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16 de Diciembre 2004

Monólogo avejentado.

Skinner, uno de los padres de la pedagogía moderna, decía que tiene mucho mas valor la zanahoria que el palo a la hora de educar a alguien. El refuerzo material agradable, ya sea en forma de palabras, actos u objetos, consolida mucho más lo que el educador trate de inculcar. El “palo”, por otra parte, se identificaba subconscientemente con lo que se ha hecho mal, no con lo que se debería haber hecho, y por tanto no existe un condicionamiento positivo en pos de la actitud o respuesta correcta, sino uno negativo hacia una de las muchas incorrectas. Nada que objetar.

Sin embargo esto deja de lado un factor importante, en mi opinión: el miedo.

Por mi condición de Peter Pan friki, trato con adolescentes y post-adolescentes muy a menudo. Más de lo que cualquiera de mi (sigh) edad trataría, si descontamos a profesores y pederastas. Y hay de todo, como en botica, pero percibo según pasan los años una tendencia alarmante, una agresividad verbal acompañada por un absoluto desprecio de cualquier figura de autoridad. Simplificando: cada vez veo mas críos a los que les hacen falta dos leches bien dadas.

“¡Violento! ¡Carca! ¿No decías que son mejores los refuerzos positivos?”

Me explicare. Cuando yo era crío, si me metía en el camino de los críos mas mayores, corría el riesgo de que me zumbaran. O al menos de que me zarandearan. Era una situación injusta, pero tenia su lógica desde un punto de vista darviniano. Si no eras un lemming, aprendías pronto a no cruzarte en el camino de nadie que te pudiese arrear, a no molestarle. Aprendías a ser prudente, a reconocer que es lo que molesta a la gente para evitarlo, primero por auto-conservación, luego simplemente por habito. Una regla tan sencilla se aplicaba también en casa o con los profesores: si alguien tiene poder sobre ti, de la clase que sea, no le toques los cojones. Si te quieres salir con la tuya, hazlo sin molestar. Así nacen los modales.

Por supuesto con la edad aprendes que para todo hay excepciones, pero la norma básica persiste aun sin temer ya nada. Actúas pensando en como lo que haces afecta a otros no porque te vayan a partir la cara, sino por habito, por urbanidad.

Los críos ahora han crecido rodeados de “refuerzo positivo”. El acto punitivo ha desaparecido (por el mismo camino que las calificaciones académicas, me han dicho) y nadie admite que su hijo haya hecho nada mal. Su Yosua, señora, no esta pasando una fase, ni sufre de síndrome de falta de atención ni se siente encerrado en su entorno académico. Su Yosua es un cafre iletrado y maleducado que no teme las consecuencias de sus actos.

Y ese es el quid; al desterrar el miedo de la imaginería infantil creamos pre-adultos sin temor a nada. Al interactuar entre ellos, sin unas mínimas normas auto impuestas, se molestan, se ofenden, se agreden. Saben que son sacrosantos, que nadie les va a cruzar la cara por pasarse de la raya, y es cierto, nadie lo hace. Pero cuando de tratar entre ellos se trata, cuando pasan a relacionarse más allá de su casa o el patio del colegio, carecen de cualquier condicionamiento. Llegan a las manos con una facilidad pasmosa, cuando no a otras cosas. Les falta la saludable dosis de miedo, no porque el castigo sea efectivo, sino porque la amenaza del castigo, de las consecuencias, si lo es.

En mis tiempos... jo, que viejo soy.

El Hombre Malo pisoteó nuestros corazones en 16 de Diciembre 2004 a las 07:18 PM
Comments

Eso no es cierto. Al Demon le daban de hostias a diario en el cyber y había que llamar a sus viejos para que vinieran a rescatarle y... bueno, espera, es que al Demon le faltó oxígeno al nacer...

Vale, salgamos a las calles y demos de hostias a los niños que nos crucemos. ¡Eduquemos España! (me pido a la astur).

Somófrates ha osado. 16 de Diciembre 2004 a las 07:37 PM

Dime eso la próxima vez que estés postrado boca abajo pidiendo clemencia, con mis pies en tu espalda en posición triunfante a lo "cazador sobre su presa".

Anukahn ha osado. 18 de Diciembre 2004 a las 07:15 AM
Enfréntate al Hombre Malo por tu cuenta y riesgo