Soy un Freelance.
O lo que es lo mismo, soy el tipo al que llamar cuando tienes un trabajo urgente y es ilegal pedirle a tus empleados que lo hagan por cualquier motivo. En el caso que nos ocupa, el motivo era el puente, y el trabajo la maquetación de unos planitos de instalaciones.
Exactamente 800 planos.
Os ahorrare la detallada descripción que de dicha tarea os puedo hacer, baste simplemente comentar que preparar cada plano para imprimir es sencillo, no más de diez pulsaciones de tecla y un par de docenitas de movimiento de ratón, pero que si repites esto ochocientas veces, el efecto en tu cabeza es parecido al de beberte cuatro tequilas del tirón. Pero sin la parte divertida. La repetición mata el cerebro, lo aburre, lo abruma y lo pisotea. Hace una hora que terminé y todavía veo desfilar esquemas de instalaciones eléctricas por mi cabeza.
Hacia el final (los últimos 300 planos o así) ya tardaba menos de minuto y medio por plano, pero para mantener ese ritmo no podía distraerme ni mirar al teclado. Si os parece una tontería, multiplicad. Más de siete horas a ese ritmo. Si no fuese por el dolor, el estado de intoxicación en el que me encuentro estaría entre los cinco mejores que recuerdo.
Y todo por 30mil míseras pesetas, que si no me viniesen tan bien de buena gana habría mandado a tomar por culo el curro este cuando, allá por el plano 150, me di cuenta de que me iba a llevar mas de las 10 horas que preveía. Aunque si no lo hago yo, ya habría algún otro pringao que lo hiciese. En eso se basa, supongo. Porque a un currito de oficina esto no le lleva menos de una semana laboral, que a la empresa le va a salir por más de 30mil.
En fin, me quejo pero otras veces me ha salido mejor la jugada. Hace un año logre facturarle 35 horas a una constructora cuando lo que me pidieron solo me llevo 20. Ya decía yo que no podía ser tan fácil ganar dinero. Todo sea por estar un pasito más cerca de mi granja de cría de prostitutas tailandesas. Y mañana, a jugar a la Primitiva.