No me da miedo la oscuridad. Al menos, no me da miedo mirarla. Desde pequeño, caminar hacia un lugar oscuro y tenebroso no me ha supuesto mucho problema. Como un valiente.
Ahora bien, la cosa se tuerce cuando tengo que regresar. Dar la espalda a lo oscuro, lo tenebroso, me hiela la sangre. Entre sudores fríos recorro el camino de vuelta en menos de la mitad que tarde en ir. He estado ahí, sé que no hay nada, pero aun así me acojona tener a la espalda esa presencia casi palpable de lo oscuro.
Este verano me paso algo parecido. Yo de crío buceaba mucho. Todo el día con las gafas y el tubo mirando al fondo, a las rocas, a los peces o simplemente la arena. Mi verano favorito lo pase en una cala menorquina, en la que se podía ver el fondo nítidamente hasta a seis o siete metros de profundidad. Este año mi viejo estrenaba barquito. La ilusión de su vida, pese a tenerlo mancomunado con un amigo. Y como el Hombre Malo es un Buen Hijo, ahi que me plante para que me sacasen a orearme, a comer en el mar, pilotar el trasto un rato y... bucear.
Fondeamos frente a Rota, unos días después del affaire del submarino, por aquello de tentar a la suerte, digo yo. Mi padre aun no ha comprado la bandera republicana para su bajel corsario, pero la enseña veneciana que ondeábamos era igualmente satisfactoria en lo sentimental. Según el sónar, 5 metros hasta el fondo. Me tiro y...
... la nada. La oscuridad. No se ve el fondo. No se ve nada, solo el verdor del agua enturbiándose hasta el negro. Bueno, el fondo estará turbio me dije. Soy un hombre (Malo) adulto, sé nadar bien, conozco las aguas del litoral gaditano y sé que los riesgos son mínimos cuando no despreciables. Pero me cagué. Me mantuve a flote lo que me pareció una eternidad pero no llego al minuto antes de subir al barco. Que rica esta el agua dije, mientras me sacudía el pánico que me había dado estar suspendido sobre la oscuridad con una sonrisa nerviosa.
Y así me tire la mañana. Zambulléndome y subiendo catapultado al barco inmediatamente. Pero nada aun poco, hijo, que se te va a olvidar como se hace me dice mi madre. Ya, si me encantaría, pero mejor otro día. O en otro agua. Acogotado estaba por el miedo infantil a lo que no se ve. A lo que queda a nuestra espalda. No me voy a poner a analizar este miedo (por otra parte bastante común y banal) porque seguro que a alguno le encantara hacerlo por mí.
Jaquetón (C. carcharias): Su presencia en España está demostrada, pero rara vez se cruzan con el hombre. Pese a esto, de los dos ataques registrados en España, uno está atribuido al blanco, aunque sin consecuencias fatales. Llegan a alcanzar los 6,5 m (y probablemente más), pese a que lo normal es que midan entre los 3 y 4,5 m.
Tiburón Tigre (G. cuvieri): No está presente en el Mediterráneo, pues prefiere aguas más cálidas. Pero su presencia en las Canarias está prácticamente probada, y es más que probable que también habite frente a la costa de Cádiz
Pero no te preocupes, que seguro que con bandera de venecia hacen una excepción
Ricola ha osado. 21 de Octubre 2004 a las 01:16 PMSi algo se esconde en la oscuridad oceánica, no es para acecharte, es porque te ha visto el tirachinas del bañador.
The hooooorroooooorrrr...
(me acojona tener a la espalda esa presencia casi palpable de lo "oscuro"}
Y yo que pensaba que tu racismo y homofobia no devenían de ningún trauma infantil, pobrecito...
Germán ha osado. 25 de Octubre 2004 a las 05:39 AM