Es curioso como estando expuestos a estímulos supuestamente positivos durante toda nuestra infancia, son experiencias breves, a veces fugaces, las que nos deforman y ayudan a definir lo que seremos de por vida. Si las leyes de la pedagogía se cumpliesen, yo hoy seria un bienintencionado y sobrio varón, muy patriota y católico. Lo de derechas me lo reservo porque va implícito, aunque, a que negarlo, mi padre ha puesto de su parte para evitar ese derrotero en concreto.
Doce años en un centro confesional deberían convencer a cualquiera de que Jesucristo es algo mas que un fetiche masturbatorio para beatas. De hecho, yo de muy pequeñito quería ser cura (pese a que entonces, como ahora, estaba sin bautizar), y mis notas en religión siempre fueron altas tirando a muy altas. Sin embargo bastó leer La Forja de un Rebelde para que Dios dejase de ser un concepto incumbente en mi vida.
De igual manera, la pedagogía ochentera se empeño en decirme que el alcohol y las drogas son nocivos, que nuestro cuerpo se lo puede pasar mucho mejor si disfrutamos de cosas mas sanas como el deporte o la literatura. Solo hizo falta que a los 14 años empezara a entender las letras de los Dubliners para que me convirtiera en un irredento aficionado a la intoxicación etílica en buena compañía. Algo parecido le debe haber pasado a mas gente, ya que no veo pandas de gente haciendo footing los Sábados por la noche.
Y ni doce años de televisión, lecciones y folletos sobre educación sexual pudieron salvarme de la vez que a los 9 añitos vi El Coleccionista de William Wyler, cuya huella aun mancha toda mi aproximación a lo romántico y lo estrictamente lúbrico.
Qué hermosa biografía...
soloclarice ha osado. 21 de Octubre 2004 a las 03:36 PM
Siempre he considerado "El coleccionista" como una clara precursora del thriller moderno, además de muy interesante en su descripción más bien imparcial de los motivos del psicópata...¿es un efectismo o realmente influyó en tu concepto del romanticismo? ¿podrías hacer un post o sería demasiado personal?