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4 de Octubre 2004

Amores al límite

Si le explicásemos a una persona del renacimiento que un día la gente manejaría moles de metal a velocidades de vértigo, nos tomaría por locos. Luego, seguramente, se preocuparía por como es posible controlar un aparato así, tan rápido, cuando a el le cuesta tanto pasar del trote en su caballo. Entonces le diríamos que hay gente que incluso lo hace mientras se empeña en sostener entre los labios una lumbre incandescente. Es en este punto donde entraría en juego el Santo Oficio.

Imaginaos: autopista de circunvalación de Madrid, coches a velocidades superiores a los 80Km/h. Muchos coches muy rápido. La radio es un coñazo (que alguien dispare a Pedro Guerra), y la conversación del conductor más aún. Miro a la derecha y veo que paralelo a nosotros circula un coche pilotado por una tía de muy buen ver. La observo (si, me gusta mirar a la gente cuando no lo nota, es algo que también hacemos los Hombres Malos)

La tía mira hacia la derecha, busca algo. “Mira a la carretera, mi amor, que te vas a matar” pienso. Se pone el bolso sobre el regazo, un bolsón grande de mimbre. Sigue buscando, sigue sin mirar a la carretera. Por fin saca un paquete de tabaco “Bueno, un vicio lo tiene cualquiera” transijo. Empieza la danza, intenta sacar el cigarrillo con una sola mano. Se le cae el paquete, lo busca, se agacha “Déjalo, espérate a llegar donde sea que vayas”, coge el paquete otra vez. Con el codo en el volante, saca el cigarrillo y se lo pone en los labios. Lívido me he quedado al ver eso. Miro el indicador y vamos a unos 90.

Vuelve a buscar en el bolso. “¿Tu coche no tiene encendedor, bonita?”. Tarda, le cuesta, no mira, no mira. Su coche se va desplazando lentamente hacia la izquierda, hacia el nuestro “levanta la vista, levanta la vista, levántala que me jodes la semana”. La muy jodía no mira hasta que por fin saca un mechero y con el cuello estirado y los labios prietos, enciende el dichoso palito de cáncer. Tan concentrada que sigue escorando hacia la izquierda. Le pego un manotazo a mi chofer, este pita y ella pega un volantazo para alejarse de nosotros, mientras con gesto italiano nos recrimina el ser tan agonías y desear tanto llegar al próximo fin de semana.

“Que guapa te pones cuando te enfadas” pienso.

El Hombre Malo pisoteó nuestros corazones en 4 de Octubre 2004 a las 04:01 PM
Comments

Si hubieras llevado puesta la máscara, como en aquél atasco en la calle Princesa aquella noche, no estarías pidiendo justicia por Pedro Guerra, sino relatando alguna sórdida historia de lujuria y frenesí.

Claro que tú cuentas con lujuria y frenesí hasta tus partidas de civilization...

Somófrates ha osado. 4 de Octubre 2004 a las 04:17 PM

y del maquiavelo!

Que me han contado historias terrorificassss

Charles M. Towsend ha osado. 4 de Octubre 2004 a las 05:04 PM

Yo he visto a gente leyendo el periódico y todo.

Dario-Oira ha osado. 4 de Octubre 2004 a las 07:03 PM

El renacimiento...

hummm...

Cuando los españoles llegaron a América los indios fumaban.

Germán ha osado. 5 de Octubre 2004 a las 12:38 AM
Enfréntate al Hombre Malo por tu cuenta y riesgo