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17 de Febrero 2005

Arde Madrid

Paseábamos por Chamberí, rajando de unos y de otros, de glorias y de penas, y rajábamos tan bien y tan a gusto que decidimos tomarnos la ultima en una taberna a eso de las 2. Nada mas acomodar el codo en la barra y empezar (yo) a mojar el bigote en espuma de cerveza se me va la palabra de la boca. En uno de esos televisores chiquitajos que los bares insisten en poner, sin sonido, en alguna esquina del local. En la pantalla, llamas y un rotulo; “Incendio en el edificio Windsor”.

La conversación siguió, por los cerros de Úbeda, la mar, los peces y unas sardinas en el monte, pero yo ya no podía quitar ojo a la pantalla, a las llamas. Cuando íbamos terminándonos la pinta, le digo; “Oye, eso está aquí al lado ¿Te parece sí...?”. “Si, claro” Dice ella. No es que sonase como la excursión de su vida, pero desde luego, no es algo que se vea todos los días, y tanto daba seguir hablando en un bar que hacerlo mientras paseas ocho manzanas.

Llegamos a Raimundo Fernández Villaverde y se estaba juntando el mogollón, una mezcla de noctámbulos, curiosos que han bajado desde su casa en bata y fotógrafos. Por pura casualidad deambulamos hasta la esquina en la que luego se congregaría todo Madrid. La vista era acojonante.

Tiene algo el fuego que hipnotiza, más cuando como en este caso, se es consciente de la dimensión de lo que se quema. Y no hablo solo del tamaño. Somos un animal raro, en disgusto perpetuo con su entorno. Todo bicho viviente altera lo que le rodea, pese a lo que le gustaría pensar a mas de un ecologista indocumentado (los hay que si saben lo que dicen pero, desgraciadamente son pocos), pero nosotros aun no hemos encontrado el asiento en el que repose a gusto nuestro genético y comunal culo. El primer e hipotético hombre abrió los ojos, miró a su alrededor y dijo:

“Aquí lo que hace falta es alicatar”

Y la primera e hipotética mujer añadió:

“...y comprar cortinas”

Nos construimos un hábitat complejo y carísimo, nos matamos por ellos en manera figurada y real... y luego nos quejamos. En la primera ciudad ya hubo quien decía “en el campo se vive mejor” o “¿Para qué necesitas tantas paredes?”. Y aun así las ciudades prosperaron. Crecieron y se extendieron. “¿Murallas?” dijo la versión hitita de Paco Martínez Soria. “En la aldea no tenemos murallas, no veo que necesidad hay...”. Un ladrillo tras otro las ciudades han hecho la historia, han movido ideas, gente y medios, y la gente siempre ha dicho “Como añoro la placida vida en el campo”.

Olor a mierda, animales violentamente incívicos, paisanos en plan los hermanos de Puerto Urraco y si te rompes una pierna te puedes morir en el monte. No es que la ciudad sea mucho mejor, pero al menos puedes irte al cine y de copas cuando estas muy hasta los cojones. “En el campo se vive mejor” dicen los que no han vivido en el campo. De visita esta muy bien, si, pero los árboles y las vaquitas pierden su encanto a los pocos meses, más si con la ultima nevada no puedes ni llegar al hospital y ese trivial uñero corre peligro de transformarse en una septicemia. Que no, coño, que no...

Ha publicado ElRoto un par de viñetas en El País, donde suele perpetrar este señor su humor, dejándonos muy claro lo insensato que le parecería que el Windsor se reconstruya más alto, creyendo ver en eso un gesto de arrogancia y futilidad. Pues si señor. Arrogantes, porque podemos, y conscientes de la futilidad de todo anhelo de eternidad. Llevamos construyendo y reconstruyendo nuestro hábitat, empeñados contra viento, marea y los deseos de cuatro agonías en llegar más alto con el único de fin de hacerlo, con el único afán de la propia superación. Y sabemos, o al menos sospechamos que jamás seremos felices, que jamás encontraremos ni construiremos el entorno ideal. Porque si alguna vez creyésemos encontrarlo sabríamos que, simplemente, nos habríamos rendido, nos habríamos aposentado, acomodado, dormido.

Por eso se seguirá intentando llegar más alto, por eso se tratara de hacerlo mejor, más bonito, más esbelto. Porque es nuestra naturaleza, construir la torre de babel y ver como arde, una y otra vez. Porque la arrogancia es un pecado, como tantas otras cosas buenas.

El Hombre Malo pisoteó nuestros corazones en 17 de Febrero 2005 a las 11:01 AM
Comments

¡Cómo se nota que estás estudiando física molecular!

Somófrates ha osado. 17 de Febrero 2005 a las 11:51 AM

Mi querido amiguito:
era la excursión de mi vida.... es más, recordando de lo que hablábamos he pensado... no sería una señal?? Ya sabes, los peces, el mar, la religión, el windsor... jajajaja arde Madriii!!
Bueno, yo sigo en mi línea de volverme más inmoral... si ardemos, ardemos con todo.

Histérica e incoherente ha osado. 17 de Febrero 2005 a las 11:58 AM

"Mi querido amiguito"...
Jijiji.

Somófrates ha osado. 17 de Febrero 2005 a las 12:47 PM

A mi lo que me preocupa es lo lejos que puede estar eso de casa de Germán...

No, no...
Por nada, por nada...

ZaraJ ha osado. 17 de Febrero 2005 a las 02:42 PM
Enfréntate al Hombre Malo por tu cuenta y riesgo