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29 de Noviembre 2004

Vote El Hombre Malo for Pope

Cada vez que oigo a algún bienpensante aquella frase tan afortunada de “yo creo en Dios pero no en la Iglesia” me entran unas ganas de carcajearme solo comparables a las de sentarme en su cara.

Porque ¿Se puede no creer en la Iglesia? Asumámoslo, está ahí, su presencia es evidente y periódicamente monta ruido para que no la olvidemos, pero Dios... La afirmación de marras se encuadra en la corriente místico-espiritual que nos azota y que pretende que cada cual se cree su propia “religión personal”. Seguro que habéis oído a alguien hablar de su “intima y personal relación con Dios/lo Eterno/el infinito”, normalmente acompañándolo de términos New Age y algo de orientalismo mal digerido. Todo esto, en mi opinión, denota una confusión de términos tremenda, y una falta de pudor inexcusable.

Confusión porque el hecho espiritual es algo privado, algo que como el follar o el cagar, se debería mantener puertas adentro. Otra cosa es el hecho religioso, que es comunitario y expresable. A nadie le importa (o no debería importarle) en que cree cada cual, especialmente si incluye quemar incienso y comulgar con la Madre creadora o demás zarandadas solo destinadas a sentirse uno mismo más “divino”, más especial. Vale bonita, tu vida es una mierda, pero si repites muy a menudo que eres una Diosa, terminaras creyéndotelo. Todo el mundo sabe que las Diosas comen salchichas de tofu con hojas de té mientras ven Embrujadas en Tele5. Hazlo, pero no lo publicites como yo no anunciaría públicamente una infección genital.

La Religión no es eso, eso son las “creencias”, la particular forma de neurosis compulsiva que cada cual se forma al crecer. Y por mucho que nos lo repitan los psicólogos del conformismo, no son todas dignas de respeto. Afortunados los que no son dignos de medicación forzosa. La Religión es algo colectivo, que no exige una creencia común, pero si un cierto acatamiento de normas y preceptos externos a nuestro fuero interno. La Religión es simplemente la forma que tiene la sociedad de trasladar un complejo esquema ético a la masa, de manera que este lo acepte y lo tome como suyo. Los Griegos no creían que Zeus viviese en un monte, aceitándose el cirio en espera de la próxima mortal que impregnar de divina semilla. Pero construyeron un complejo entramado de historias que inculcaban a la gente un orden de prioridades que en nada tenían que ver con el bien moral, sino con el bien ético, cívico. Los Romanos fueron más lejos e instituyeron un culto organizado a la propia Roma, no a la ciudad, sino al concepto, que identificaban con el bien común. Tenían una Religión Pública que en nada tenia que ver con el culto privado a los Lares, que pudorosamente guardaban en casita.

La Iglesia Católica no es sino esa Religión Pública. Cuando el culto oriental a un ejecutado se hizo popular, Roma simplemente lo usó para hacer lo que siempre habían hecho, inculcar la ética del bien común a la masa no educada, que no había oído hablar jamás de la República de Platón. El Culto cambia, adapta sus normas lentamente, incorpora elementos extraños con el paso del tiempo, colabora siempre con la estructura social imperante porque su función no es otra que hacer que esta de lo mejor de si mientras sea su momento. Con el paso de los siglos, va incorporando ideas a las que en un principio de opone visceralmente. Como una correa de transmisión, traslada al pueblo de manera paulatina cada una de las ideas que la intelectualidad debate desde su erudición. Todas las corrientes intelectuales han tenido su representación en el seno de la iglesia, obligándola a progresar, y con ella, a la sociedad. Cuando las ideas no han seguido este cauce, se ha dado la revolución, traumática, que quiebra el orden social y en ocasiones pueden provocar el efecto contrario al deseado. Cualquier persona con afán de progreso verá a la Iglesia como un dinosaurio lento y pesado, la odiara, deseara que cambie. Pero en ningún caso la ignora.

Pero tras siglos de debate interno, la progresía ha abandonado sus puestos. Ha ignorado al dinosaurio, lo ha dejado en manos de los inmovilistas y de los involucionistas, que alborozados lo han hecho suyo, lo han domesticado. Empeñados en encontrar su “Dios personal”, han olvidado que el deber de cada uno no es encontrar la felicidad, sino contribuir al bien común. La correa de transmisión se ha roto y por mucho que se griten las ideas, a mucha gente jamás les llegaran. Unos dirán que la alfabetización y la tele ya nos permiten adoctrinar a toda la grey sin necesidad de esperar a que el dinosaurio se mueva, pero es que esas armas también las tiene el bando contrario. Hay dos mensajes y eso solo favorece que aparezca la polarización.

Es por eso que me planteo seriamente, ateo como soy, comenzar una carrera eclesial que me permita ocupar el trono de Pedro y, quizás, remediar todo este desbarajuste.

Y, por que no, fundar una orden de monjas devotas y entregadas a pulimentarme el sable.

El Hombre Malo pisoteó nuestros corazones en 29 de Noviembre 2004 a las 12:45 PM
Comments

Todo eso está muy bien, pero la Iglesia Católica no se construyó con los mismos objetivos públicos (utilizando el término como "referente al pueblo/para el pueblo") que el sistema de creencias griego o la institucionalización romana. En aquellas dos, la religión era un instrumento más del estado para propagar, como dices, un código de comportamiento social que en nada tenía que ver con la formación moral de cada uno.

La Iglesia Católica, sin embargo, se fundamenta desde un principio en la moral. Es la Iglesia Católica la que ignora el propio carácter ético y social de su labor, la que olvida aquello del bien común en vez de la mera felicidad. Luego están los propios responsables que, en un entorno de superioridad, entienden su labor como la de hacer no sólo que la Palabra de Dios se extienda, sino que perdure en ls sitios donde ya está. Ahí se cambia la perspectiva, y en vez de buscar un bien social que excluya la globalización moral, se perpetra la unificación obligatoria en pos de una perduración que crea el gobierno de la religión.

La Iglesia de hoy es un resultado de diversas ambiciones sociales, económicas y políticas entrelazadas hasta el punto de parecer indivisibles o indisolubles. Tanto es así que en este país en concreto la abolición de la asignatura de religión se toma como un acto anticatólico y antireligioso tanto por parte de los ejecutores (puesto que su pretensión no es crear una educación religiosa y una tolerancia hacia otras creencias por medio de la educación, sino suprimir todo aspecto religioso, que en su mente sólo da cabida al catolicismo, de la educación) como por los agraviados (que ven reducida una baza de contínua expansión, tomando este término no desde el punto de vista místico sino político).

El principal problema de la Iglesia Católica (tanto para los que la apoyan como para los que la combaten -ideológicamente-) es que ésta n ha sabido crecer paralelamente a Europa, sino que se ha querido mezclar con la propia evolución política y económica sin atender a su verdadera labor social.

Adrián ha osado. 29 de Noviembre 2004 a las 01:40 PM

La iglesia es tan necesaria como Salsa Rosa o Gran Hermano al fin y al cabo siempre es motivo de polémica. Y hablar solo de la globalización, del capitalismos deshumanizado y de si se le debe hechar cebolla o no a la tortilla de patatas, a veces cansa.

Apio ¿cómo sabes que veo embrujadas? ha osado. 29 de Noviembre 2004 a las 01:58 PM

A la tortilla de patatas SIEMPRE hay que echarle cebolla.

Adrián ha osado. 29 de Noviembre 2004 a las 02:48 PM

Vamos a ver, vamos a ver. ¿Dónde está el problema en ver Embrujadas, eh? ¿dónde, a ver?

Rear Window ha osado. 30 de Noviembre 2004 a las 12:10 AM


"Un hombre sin religión es como un pez sin bicicleta"

¡Qué diablos! Siempre es buen momento para citar a Groucho.

Chache ha osado. 30 de Noviembre 2004 a las 08:46 PM
Enfréntate al Hombre Malo por tu cuenta y riesgo