Soy un criminal. Un extorsionador, un proxeneta y un traficante de drogas.
No, no me lo ha dicho un juez. Me lo dijo hace ya unos años El Mundo en su edición pucelana. Una malísima persona, un ser malvado y venenoso. Y si lo dice la prensa, ha de ser cierto.
La cosa fue como sigue; Estaba yo en mi segundo año de universidad (evitaremos las referencias temporales, pero el lector avezado encontrara pistas) y, tras malvivir de pensión mi primer curso, por fin había conseguido plaza en una residencia de estudiantes. Y que residencia, señores. Pucela era (y seguirá siendo, supongo) el reino de los colegios mayores confesionales y privados, pero este sitio era un oasis. Mixta, sin horario de cierre de puertas y por menos de una cuarta parte de lo que te cobraban en cualquier otro lado. Canté línea, bingo y la traviata.
El tinglado era un proyecto del rector por aquel entonces, un señor de izquierdas que había tenido sus más y sus menos con el tinglado que tenían los curas montado en la vetusta universidad. El sitio, con más del doble de plazas que cualquier otro colegio o residencia por aquel entonces, tenia una fama tremenda. En la imaginación de los colegiales de todas aquellas casa de curas, los pasillos de este hospital materno nunca inaugurado y remodelado eran una orgía perpetua. Yo, desde luego, me lo pase muy bien, pero no era para tanto. Digamos que la política del centro se basaba en la certeza de que todos los residentes eran mayores de edad y que pagase quien pagase su habitación, entraban por meritos académicos (por entonces yo aun tenia algo de eso), luego hasta las notas de final de curso, éramos libres de hacer lo que nos viniese en gana.
Obviamente, la cosa no duró. A los pocos meses de entrar yo, cambio el rector, y el nuevo, de simpatías muy vaticanas, tomo a la Residencia como el símbolo a derribar de la etapa atea que le precedió. Dicen que nada mas sentarse en el sillón preguntó si podía directamente cerrarla, pero como fuere que eso era muy escandaloso, opto por minarla desde dentro. Largo de malos modos al director (malos porque el contrato del buen hombre incluía residencia en el mismo centro, y al parecer le dio una semana escasa para mudarse) y coloco en su puesto a un sujeto de su confianza. Catedrático de Historia del derecho, aun con juicios por su gestión en algún centro de la universidad y, sobre todo, un señor que con cuarentaimuchos años aun vivía con su madre. Saltándonos los chistes sobre armarios, no me negareis que tiene guasa colocar a un señor que jamás se ha lavado sus propios calzoncillos a dirigir una institución llena de jóvenes más independientes que él.
Os ahorrare las muchas anécdotas que la gestión de este Fulano provocó. El caso es que las cosas se fueron enconando y para después de Semana Santa los abusos y atropellos del interfecto hicieron que algún alumno avispado tirase por la calle de en medio: llamo a los periódicos locales.
El Norte de Castilla pasó ampliamente del tema. Apenas dos párrafos explicando que había tensión entre director y residentes, en la pagina 30 o algo así. Pero contábamos con El Mundo. El Mundo, al fin y al cabo, era un periódico plural, en donde escribía gente de izquierdas y (todavía) publicaba Forges. Se pasó un periodista a hablar con algunos alumnos y con el director. La cosa pintaba bien y esperamos el articulo como maná. Con nosotros podrían, pero con la prensa no.
Lo que siguió fue una serie de artículos y columnas donde se pintaba una situación dantesca y peligrosa, donde se tildaba al recién llegado director de valiente defensor de lo cabal y lo legal ante una marabunta de criminales post-adolescentes, depravados viciosos y defraudadores de lo público. No se dejaba títere con cabeza. Si a una chica la habían amonestado por subirse al novio a la habitación, el periódico hablaba de red de prostitución. Si pillaron a uno fumando costo en una terraza, el sagaz periodista gritaba ¡Narcotráfico!. A uno que se estaba sacando su tercera carrera y había sido candidato a claustrales por una agrupación anarquista le transformaron en adlátere de ETA . Y el pobre era de Salamanca. Y lo peor es que todo lo hacían sin dar nombres pero dando muchos datos. Estudiante de tal, procedente de tal, edad.... Por lo pronto, la chica acusada de meretriz dejo la carrera en suspenso a falta de un curso por el bochorno.
Si, como seguro habéis adivinado, en esos artículos salía el Hombre Malo. Peligroso ácrata madrileño, implicado en una red de extorsión y ligado al tráfico de estupefacientes, obligaba a otras alumnas a prostituirse mediante amenazas, y había agredido salvajemente a una de las bedeles.
¿La verdad? Casi da reparo, tened en cuenta que aun era joven. La verdad es que le preste mi colcha de invierno reglamentaria a una Erasmus de la misma residencia, por tener yo una mejor traída de casa.
Al menos ya no me creo lo que leo en la prensa
Vamos, vamos...
Que lo de la colcha ya lo usamos con el juez y no funcionó. Déjalo ya.
De todas formas, estás destruyendo tu reputación de Hombre Malo. A no ser que forme parte de un plan más grande, calentar Erasmus no ...oh..espera...
Anukahn ha osado. 17 de Noviembre 2004 a las 02:58 PMNadie te manda creerte lo que sale en la prensa. De todas formas, y aunque tienes razón (quién os mandaría llamar a El Mundo...) queda muy pueril aquello de "como conmigo mintieron, mienten siempre".
Psé... para una vez que maté un perro, me llamaron mataperros.
Tenga una tarjeta mía. La necesitará. Pronto.
Charles M. Towsend ha osado. 18 de Noviembre 2004 a las 02:10 PM
Es cierto aquello de que la realidad siempre supera a la ficción. Me refiero a lo de los periodistas imaginativos, claro. En ningún chiste gráfico por salvaje que fuera he visto una reconstrucción de los hechos tan psicodélica.
Una cosa que te has olvidado de decir. ¿Cuánto les pagaron por publicar aquello? A ver si estoy a tiempo de entrar en periodismo...