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14 de Septiembre 2004

El Demonio y el valle de las tres lenguas

Al Norte de la India se encuentra un país llamado el Punjab, y al Norte del Punjab hay un valle. Dicen que en ese valle hace tiempo florecieron tres aldeas. Sus tierras eran generosas y con poco esfuerzo sus habitantes cultivaban lo necesario para comer y vestirse, y aun les sobraba para vender a los empobrecidos valles vecinos. El origen de tanta riqueza era un torrente que bajaba de las cumbres blancas del Himalaya por una garganta, y que al entrar en el valle se separaba en tres lenguas de agua, que regaban los campos de cada aldea.

Pero como esto es una fábula, la cosa no podía quedar así mucho tiempo. De lo profundo de una sima, una sima tan profunda que los lugareños decían que conduce al infierno, salió escalando un demonio llamado Vrapudthan. El demonio subió a lo alto del Himalaya y oteó. Divisando el valle, se dijo:

-He aquí un fértil valle, con tres ricas aldeas regadas por tres generosas lenguas de agua. Por Buda que he de pasar un buen rato a su costa.

Vrapudthan era un demonio fuerte, como son todos los demonios en esa parte del mundo, y usando su prodigiosa fuerza de demonio construyó un palacio sobre la garganta por la que entraba el torrente al valle. El agua dejó de fluir y Vrapudthan se aposentó en un trono de hierro a esperar. Pronto llegaron de las tres aldeas a investigar el por qué de la repentina sequía, y a los tres grupos recibió el demonio de igual manera:

-Me llamo Vrapudthan y soy ahora el Rey de estos parajes. Vuestra aldea ha de entregarme cada año un tercio de vuestra cosecha o un regalo que me agrade. De lo contrario mi ira será grande y mi furia os pelara los huesos.

Cada grupo tembló ante estas palabras y el aspecto del demonio, pues habéis de saber que los demonios en esa parte del mundo tienen una pinta de lo mas malencarada, con una espesa melena, grandes dientes y garras capaces de rodear la cabeza de un hombre. Bajaron temblando a sus respectivas aldeas y contaron su relato.

Vrapudthan mientras tanto, se sonrió y se dispuso a esperar que pasara el año de plazo. El no necesitaba la cosecha de esas aldeas, pues los demonios de esa parte del mundo poco uso le pueden dar al grano o al dinero que vendiéndolo se obtiene. Ellos comen el tuétano de los huesos de animales y hombres y no necesitan riqueza material; conocen y aceptan su papel dentro del equilibrio del universo.

-Seguramente al cabo del año mandaran a un joven héroe, gallardo y valiente, que me venza en singular combate y me destierre de nuevo a mi cómodo y cálido infierno. O una bella y pura virgen que con su blanco toque me transforme en príncipe y se case conmigo para reinar sobre el valle benévolamente. O puede que tal vez suba hasta aquí un santo, sabio y erudito, que con un mantra me esclavice y ponga a trabajar mi fuerza para el bien del pueblo. Todo estará bien, de cualquier forma estaré feliz.

Pues habéis de saber que en esa parte del mundo, el mal entendía que su papel solo era poner a prueba al bien. Así que mientras sorbía el tuétano de los huesos de un jilguero, Vrapudthan se sonreía y esperaba. Y así pasó el año.

Cuando se hubo cumplido el plazo, Vrapudthan vio venir por la senda que subía del valle a los emisarios de las tres aldeas. Con un poco de sangre de conejo se tiñó los dientes y con ceniza se oscureció la espesa melena. Probo varias posturas en el trono de hierro hasta que encontró que una era lo suficientemente amenazadora.

-Ahora pueden venir- Pensó el demonio, impaciente como un niño el día de su cumpleaños.

El primer emisario, el alcalde de la Aldea del Este, traía encadenado a un joven apuesto y fornido. Los grilletes le aprisionaban pies manos y cuello, y tenía todo el aspecto de haber recibido una buena tunda.

-Gran Rey Demonio –dijo el alcalde del Este, que vestía ropas de añil y púrpura- nuestra aldea es pobre, apenas sacamos para comer. Si te diésemos una tercera parte de nuestra cosecha, tanto valdría que te diésemos a nuestros hijos, pues de todas maneras morirían de hambre. Mas no vengo con las manos vacías, pues te traigo a Baruh, el mas fornido, apuesto y valiente mozo de nuestra aldea, que con lanza y escudo pretendía subir a asesinarte. Por favor, acepta nuestro tributo y perdónanos la cosecha.

Vrapudthan escucho atónito lo que el gordo hombrecito le decía, incapaz de reaccionar ante tamaño disparate. En esto compareció el alcalde de la Aldea del Centro. Este llevaba de la mano a una doncella de belleza incomparable, piel clara y cabello azabache.

-Gran Vrapudthan, rey de reyes – aduló el enjuto prohombre, que mostraba los dedos llenos de anillos de plata- nuestro pueblo pasa hambre, no podemos darte el tributo requerido. Si así lo hiciésemos al año que viene no quedaríamos suficientes para cultivar las tierras y poco reino te quedaría para gobernar. Pero no vengo en balde, poderoso Amo, pues te traigo a Larih, la doncella mas pura y bella del valle, para que dispongáis de ella como gustéis.

La mirada del Alcalde de la Aldea del centro repugnó a Vrapudthan, pues en ella vio que deseaba hacer el mismo lo que pensaba que el demonio le reservaba a Larih. Asqueado, dejó que compareciese el emisario de la Aldea del Oeste. Esta era una anciana de aspecto eminente que portaba una cesta de mimbre.

-Rey Vrapudthan - comenzó altiva la señora – la aldea de la que vengo apenas puede alimentar a sus escuálidos habitantes. Darte un tercio de la cosecha supondría morirnos de hambre, mas –El demonio ya se lo veía venir- no vengo sin nada. En nuestra aldea habita el hombre mas sabio y santo de la región. Su piedad es tal que vienen a verle hasta los eruditos de Bangalore, y sabe tanto de los asuntos de este mundo como de los otros.

Abriendo la cesta, la vieja dejo ver la cabeza de el hombre sabio, cercenada y con expresión de beatifica virtud.-Acepta oh Rey este tributo y perdona su deuda a la Aldea del Oeste.


Vrapudthan se recostó sobre el trono de hierro, desolado. Los tres emisarios se miraron expectantes, dudando de si sus tributos complacían a tan extraño monarca.

-Yo tengo una hija que... –pensó el primero.

-Se de un efebo que quizás... – se le ocurrió al segundo.

-Tal vez si además quemo sus libros...- calculaba la vieja

Pero habéis de saber que los demonios de esa parte del mundo pueden ver lo que pasa por la mente de los hombres, y en leyendo lo que discurrían los tres emisarios, Vrapudthan enfureció. Su rugido heló la sangre de todos los que lo oyeron, y de tres certeros zarpazos peló los huesos de los tres canallas para inmediatamente sorber hasta la última pizca de tuétano de sus blancos esqueletos.

Usando otra vez su prodigiosa fuerza, el demonio movió un peñasco que cerro para siempre la garganta al paso de agua. Rompió las cadenas de Baruh y le dio como esposa a Larih. Al sabio de la cesta le devolvió la vida, y a los tres les invitó a vivir en su infierno, donde, les aseguró, serían mas felices y apreciados que en esas tierras llenas de tan extraña y mezquina maldad.

El valle se seco definitivamente, y las tres aldeas pronto empobrecieron, haciéndose indistinguibles de las demás aldeas de los otros valles, secos y hambrientos, que les rodeaban. El demonio, al volver a su hogar, avisó a sus hermanos y nunca jamás se ha oído en el Punjab de más demonios, héroes, doncellas o sabios como los de antaño.

El Hombre Malo pisoteó nuestros corazones en 14 de Septiembre 2004 a las 03:46 AM
Comments

Yo a Baruh le habría dado al viejo erudito y me habría quedado yo con la maciza...
Vamos, más que nada por no haber perdido un año chupando pajaritos con el culo pegado de frío a un puto trono de hierro.

Somófrates ha osado. 14 de Septiembre 2004 a las 10:05 AM

si, alguien ha debido terminar los examenes.
Y sólo te quedan 21 posts -preferiblemente tan buenos como vienen siendo- para que vuelva a poner el cromo del enmascarado luchador mexicano.

Charles M. Towsend ha osado. 14 de Septiembre 2004 a las 02:47 PM
Enfréntate al Hombre Malo por tu cuenta y riesgo