A finales de los años 60, en pleno apogeo de los veranos del amor, apareció Vixens. Un esqueje del cine de violencia juvenil que abarrotaba autocines en los 50, pensareis, pero era mucho más.
Películas de voluptuosas amazonas enseñando mucha, mucha carne, pero siendo algo más que sujetos pasivos de la acción. Muñecas asesinas que se reían tanto del stablishment como de los melenudos que hablaban de la era de Acuario. Venganza sobre dos esculturales piernas, la obsesion de Robert Crumb, mujeres de armas tomar que tomaban las armas.
Sexo mucho más que sugerido, drogas y violencia. Y sobre todo, mujeres que explotaban su propio cuerpo y eran más que capaces de disfrutar con ello. La liberación de la mujer despojada de toda pacatería retórica feminista, gracias al genio de Russ Meyer.
En los USA paso rápidamente de los autocines a las salas de arte y ensayo y las universidades, aquí supimos de el los que nos criamos en el videoclub y con la incipiente madurez no podíamos apartar los ojos de las enormes tetas de las portadas de sus películas. Quien crece viendo esas películas es incapaz de no respetar a las mujeres.
Pornógrafo para sus contemporáneos, es ahora objeto de estudio y alabanza. Su cine es único, nadie ha sabido navegar entre lo obsceno y lo genial como él. Hoy me entero de que el pasado Sábado falleció con 82 años de edad. Muere un gran Hombre Malo. Uno que enseñó a muchos que no hay nada sagrado, y que si te dicen que no se puede hacer algo es porque se lo reservan para ellos.